jueves, 28 de agosto de 2008

A propósito de los Eames

Sentarse en el tiempo

El diseño es una profesión peligrosa. Los creadores están sometidos, invariablemente, a la crítica de especialistas, colegas y usuarios. Las piezas se discuten, su función se verifica y su forma se enjuicia; al final de este proceso, pasando por el filtro del gusto, los productos son consagrados o simplemente olvidados.

La permanencia de un objeto en el imaginario colectivo va ligada directamente al deseo de persistencia en el tiempo: formar parte de la memoria de un país, de un movimiento o de una época específica. Este es uno de los grandes retos del diseño pues al final de cuentas, los objetos deberían estar cargados, de antemano, con el peso de la memoria junto con lo que algunos llaman Zeitgeist, sin embargo los diseños pensados desde esta perspectiva siempre responderán a un tiempo determinado, por lo que su permanencia temporal estará, irónicamente, condicionada por la misma idea que los generó.

Rara vez encontramos objetos ambiguos, fabricados con técnicas y materiales propios de su tiempo, pero cuya esencia lejos de ser material es temporal. La construcción mental de estas piezas las coloca en el imaginario colectivo, existen a partir de recuerdos, anécdotas, fotografías o dibujos, la mente crea una solo imagen del objeto, una sola imagen que nace de un sin fin de fragmentos, pero éstos no siguen una secuencia cronológica solo son capas solapadas azarosamente por las lógicas internas del pensamiento. Es tiempo puro. Cuando esta imagen se consolida, la sensación de conocer la pieza o de que ésta siempre ha existido es una prueba de la potencia de la obra.

El matrimonio formado por Ray y Charles Eames fabricó diseños de este tipo. Son personajes tangenciales a la crítica, se desplazan a través de ella con naturalidad, comodidad e indiferencia; ya sea por su impecable producción, el rigor de sus piezas o por el afecto y respeto de sus colegas, la vibrante pareja norteamericana, nunca corre el riesgo de perderse en la memoria.

De espíritu infantil y juguetón, los muebles de los Eames nos transmiten la seductora vitalidad que los rodea. Aunque siempre trabajaron juntos, la figura más interesante es la de Charles y con motivo de su centenario se han organizado innumerables exposiciones.

Quizá la serie de piezas mas famosa sea la desarrollada, junto a Eero Saarineen, para el Organic Design in Home Furnishing de 1940 convocado por el MOMA de Nueva York. Para este, fabricaron piezas ergonómicas a partir de investigaciones formales en el aglomerado de madera, de las que se desprende la elegante molded-plywood chair.

En 1948 fusionan la plástica de la escultura a la mecanización de la producción en serie en la silla “La Chaise” creada para el International Competition for Low-Cost Furniture Design. La preocupación por el trabajo artesanal y la industrialización condujo a los Eames a fabricar la Eames Lounge Chair en 1956, considerada la pieza de diseño más influyente del siglo XX. La obra nos transporta al lúdico mundo de los autores en el que nos sentimos extrañamente cómodos, nos rodea e inunda una vitalidad familiar, el tiempo se detiene.


Versión sin editar, la versión corregida fue publicada en La Tempestad 56



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