viernes, 31 de octubre de 2008

La condición crítica en la construcción del proyecto

[Este pequeño texto que fué base de una charla con alumnos de la FAUG hace unas semanas, se agradece la invitación]

La hoja en blanco es un mito. Permítanme expresarlo de esta manera: el papel no sirve para decir lo que se piensa como sirve para pensar lo que se dice. Cuando se enfrenta al papel siempre se cuenta con el respaldo del intelecto. Que no es otra cosa el resultado del uso la capacidad de cognición de todo humano. La capacidad intelectual se desarrolla de una manera natural a partir de la experiencia (como aprender a hablar). Pero también se puede construir.


En lo más general, el concepto construir está ligado al uso de una herramienta para hacer algo y es innegable su relación con la arquitectura y con otros aspectos de la cultura. El devenir histórico de las sociedades no es otra cosa que el resultado de la construcción de una política, ética y estética específicas. Y el grado de certeza o incertidumbre en estos conceptos depende del nivel crítico con que se edifiquen.


Una manera de encarar las deficiencias proyectuales, si somos honestos encontraremos que todos tenemos alguna (o muchas), es asumir la condición constructiva de los diferentes aspectos de la arquitectura en todos los niveles posibles. En un nivel material implicaría entender la lógica física y mecánica de los materiales, lo que involucra reconocer que no puede aparecer primero el proyecto y las decisiones sobre si será madera, acero u hormigón lo que lo resuelva, vienen después. A nivel espacial, implicaría estudiar las consecuencias fenomenológicas del tratamiento de la escala, de la luz, las texturas, etc. Y a nivel conceptual, la construcción del marco teórico y por qué no, del conocimiento.


Dibujemos dos historias en torno al concepto construir. Primeramente lo que concierne a aspectos del lenguaje, Fritz Neumeyer pone como ejemplo la leyenda de Vitruvio sobre cómo se originó la arquitectura, “… la gente que se reunía alrededor del fuego para calentarse descubrió el lenguaje y el refugio en un mismo acto. Desde entonces la chimenea marca el inicio del sedentarismo y la formación de los grupos sociales; lo cual significó una necesidad de vivienda y comunicación. Así, para Vitruvio, la arquitectura y el lenguaje pertenecen a una misma etapa en la evolución del ser humano.”[1], ¿la arquitectura y lenguaje entran en relación porque tienen en común el aspecto constructivo?


En términos de lenguaje las herramientas utilizadas para su construcción se encuentran en la gramática. Helio Piñón (Onda, 1949), hace un análisis de la acepción gramatical del término construir para explicar la verdadera dimensión formal de la arquitectura; llevando el sentido a lo general, dice: “construir es ordenar y enlazar elementos con el propósito de obtener entidades de mayor complejidad y rango que aquéllos. Ordenar – es decir, ponderar, proporcionar, clasificar, disponer – y enlazar –es decir, vincular, relacionar, articular, conectar, acoplar, juntar, unir-, con el fin de obtener un ente que se caracterice por la ‘buena disposición de las partes’; dotado, por tanto, de consistencia formal.”[2]


La otra historia tiene que ver con la relación etimológica de construir con el término tectónica. Del griego tekton, carpintero o constructor y a su vez con el sanscrito taksan, “que se refiere a la habilidad técnica de la carpintería y al empleo del hacha”[3]. Nótese que teckton desde el origen forma parte del término arquitecto.


La teoría centroeuropea desarrollada a partir de siglo XIX, dio base a la crítica de las arquitecturas en estilo, los clasicismos llegaron a su fin cuando se establecen principalmente dos cosas, por un lado el origen de los estilos basados en el canon partían de una representación y no en una verdad, y por otro, el lugar central que ocupa el espacio arquitectónico como fin y razón de la arquitectura.


Durante el siglo XIX se dio a conocer la hipótesis de que la arquitectura clásica, específicamente la construcción griega, era una reinterpretación en piedra de la técnica constructiva en madera. Evidente en el arquitrabe, donde la sucesión de triglifos y metopas no era otra cosa que la trasposición del entramado de vigas que forman la inclinación de la cubierta. Las discusiones en torno a la cabaña primitiva que explicaban su origen; el mito vitruviano que citamos, empieza con que dicha cabaña fue un descubrimiento: un fenómeno climático transformó unos árboles y sus ramas en un lugar. Tal vez por acción de un rayo aquel sitio ardió, las ramas cayeron formando un tímpano sobre otros troncos que se mantuvieron en pie (generando la forma clásica), además las cenizas hicieron de aquello un lugar cálido. El hombre entendió, entonces, que la transformación de un sitio da lugar a la arquitectura.


Respecto a los escritos que le dan la toda la importancia espacio arquitectónico. Cuya línea nos llevaría hasta I. Kant con la explicación de que la noción de espacio se encuentra a priori en la percepción. Pasando por teóricos como J. Burckhardt proponiendo un espíritu común en todos los acontecimientos; C. Stumpf con el origen de la psicología de la imaginación; K. Fiedler y su concepto de ‘pura visualidad’; A. V. Hildebrand plantea la dicotomía entre lo cinestésico y lo visual; particularmente el trabajo de A. Schmarsow quien sería el primero en señalar que la arquitectura es arte, si prima sobre lo demás al espacio; también está A. Riegl que propone una ‘voluntad de la forma’ y finalmente W. Worringer que señala la dualidad entre abstracción y empatía.


No se pretende profundizar en estas teorías, porque lo que aquí se pretende es destacar que la construcción de este pensamiento (con especial énfasis en la parte crítica), no por casualidad, permitiera el surgimiento de las vanguardias y posteriormente de la modernidad en la arquitectura.


Habrá que reconocer que así como la arquitectura está en estrecha relación con el lenguaje, lo está también con otras disciplinas, históricamente ha sido considerada parte de las artes “mayores” o “bellas”. En esta relación se encuentran episodios donde encontramos a la arquitectura deudora a otras disciplinas.



Un ejemplo claro es el caso de la obra europea de Mies van der Rohe, ligada al neoplasticismo, donde el vínculo más importante no es la correspondencia literal entre las plantas del arquitecto alemán con las composiciones de Piet Mondrian, sino la equivalencia conceptual o teórica en cuanto a la ruptura del límite y la continuidad espacial (no me gusta el termino fluidez). Esta pequeña pero fundamental diferencia, se justifica en el episodio donde el propio Mies negara la correspondencia de un plano vertical que construyó en un edificio de Chicago con un cuadro del pintor holandés. Van der Rohe no pintaba nada, construía espacios.


A partir de esta relación múltiple la arquitectura no se puede entender dentro de un desarrollo simple –lineal y bidimensional- sino complejo –en red y tridimensional-. Entendidas las cosas de esta manera, podemos llevar el proceso de diseño a otro nivel, al que muchas ocasiones se da por hecho pero que lamentablemente se verifica poco: concebir al taller de diseño como la instancia en que se construya el pensamiento arquitectónico incorporando programáticamente la teoría, la crítica, la investigación y el proyecto.



Notas

[1] Fritz Neumeyer, Regreso al humanismo en arquitectura, en: Revista de Arquitectura RA, No 6, Junio 2004, Universidad de Navarra. P. 3.

[2] Helio Piñón, Proyectar es Construir. Observación elemental sobre el construir, en: SCA Revista de Arquitectura No 225, 2007, p. 86, SCA, Buenos Aires.

[3] Kenneth Frampton, Estudios sobre cultura tectónica. Poéticas de la construcción en la arquitectura de los siglos XIX y XX, Madrid, Akal, 1999, p. 14.




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