Esta casa fue una obra seleccionada en la XV bienal de arquitectura chilena en 2006. Les dejamos la exposición de argumentos con que fue presentada en esa ocación.
[actualizando... edgargonzalez.com acaba de publicar la lista de los seleccionados para la bienal de arquitectura latinoamericana 2009, donde aparece la Casa Poli]
Arquitecto: Mauricio Pezo (Pezo Von Ellrichshausen Arquitectos)
Localización: Península de Coliumo
Superficie Construida: 180 m2
Año Término de Obras: 2005
Reseña:
La obra está ubicada en la Península de Coliumo (550 km al sur de Santiago); un sector rural apenas poblado por campesinos, pescadores artesanales y un tímido turismo estival. Esta situación apartada condicionó nuestra operación de dos maneras. Por un lado, debíamos trabajar con una tecnología arcaica y una mano de obra local carente de especialización. Por otro lado, teníamos que intervenir un paisaje idílico, cuya abrumadora perfección tarde o temprano sería perturbada. Ambas condiciones nos llevaron a reparar en una practica primitiva; levantaríamos algo por primera vez y donde nunca se había hecho. Así, y con las sanciones de Loos a cuestas, esta nueva construcción no podría ser menos que una severa figura a medio trabar entre la tierra y el mar. Una suerte de refutación de los contemporáneos discursos que diluyen la distinción entre natural y artificial.
Siempre es difícil resistir la tentación de alcanzar el borde, de sentir la caída, estando frente a un acantilado. Hay una sensación de vértigo un poco morbosa. Pero, en este caso, los estudios de mecánica de suelo nos advirtieron que sólo podríamos llegar hasta el extremo bajo de la ladera si dejábamos una huelga de gracia hacia su caída oeste. En rigor, el peso del nuevo cuerpo podría deslizar la composición arcillosa de la tierra sobre su base de granito. Además del retranqueo, esto nos obligaba a confinar la operación en una pieza compacta, de mínima ocupación de suelo, cuya composición telúrica evitara otro esfuerzo estructural que no fuera el de llevar directamente las cargas a ese suelo. Compacidad que a su vez, en virtud de la figura impropia que de cualquier modo sería una obra en relación con este fondo natural, carecería de escala y de encajes que suavizaran su dureza.
Una vez fijada esta posición, que obstruía el único sitio menos escarpado, fue necesario elevar el suelo hasta recuperar al menos dos cosas: una era la sensación de un podio natural rodeado de nada y la otra era esa lectura morbosa y en primer plano del pie del acantilado, donde revienta el mar contra las rocas. De este modo fijábamos la altura de la pieza y sustituíamos el techo por una terraza que ocupa toda su extensión horizontal.
A su vez, convertimos la base en un podio horizontal quebrado en tres plataformas que bajan en zigzag con la topografía. La triple altura del espacio de la plataforma más baja, orientado al noroeste, pretende contener la dimensión vertical del lugar, esto es; la caída, el vértigo, la gravedad. A través de este vacío interior acusábamos la experiencia aérea del acantilado, dejando entender el mar no sólo como horizonte sino también como masa y superficie.
Por lo tanto, decidimos no nombrar los recintos por sus funciones y más bien dejarlos sin nombre y sin función, como meras salas más o menos interconectadas, para luego llevar todo el programa de servicio hacia el perímetro, hacia un muro exageradamente grueso, un espesor habitable, que actuaría como fuelle.
Dentro de esta masa vaciada quedan la cocina, las circulaciones verticales, los baños, armarios y una serie de balcones interiores (que protegen las ventanas del sol y de la lluvia, hacia el norte y el oeste). Eventualmente, todos los muebles y objetos domésticos podrían guardarse dentro de este perímetro, liberando el espacio para múltiples actividades.
Además de esta organización programática debimos considerar la necesidad de muros de soporte para montar exposiciones. Esto evitó la obviedad de hacer una gran vista al mar y, en cambio, nos dio la medida para conciliar una serie de diferentes cuadros de paisaje con una cantidad variable de situaciones interiores.
Toda la obra se hizo con concreto artesanal, una masa que se arruinara naturalmente, con moldajes de madera sin tratar. Su construcción se realizó (con una pequeña betonera y cuatro carretillas) en estratos horizontales que hacían coincidir los niveles de vaciado de la mezcla con la medida de un panel de media tabla. Una vez terminada la obra gruesa, reutilizamos toda la madera maltratada de los moldajes para revestir los muros interiores y para hacer unos paneles correderos que, alternativamente, servirían tanto para cubrir el programa perimetral de servicio como para proteger las ventanas una vez que la casa se abandona.
Tomamos estas operaciones como una denuncia de un estado de cosas y como una especie de confirmación de nuestro interés por descubrir el potencial de las cosas crudas; de los bocetos que no necesitan terminarse para reparar en lo que dicen.
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